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PLEIN AIR 
TREJOLISSARD

PLEIN AIR                       Trejolissard

 

“Hablar de un cuadro es, en primera instancia, descubrir su espacio. El lienzo es el primer umbral que recibe lo que el artista ha de decir en él. Este espacio, acotado por el marco liminar que implica el cuadro en cuanto objeto, lo constituye como representación artística absoluta. Un cuadro se cierra sobre sí mismo porque su historia está completa. Y es en esta premisa donde encontramos la primera brecha que abre la producción pictórica de Carmen Trejo. Una ruptura que, paradójicamente, logra una inusual unidad en el conjunto de su obra. Esta cohesión no se forja en la repetición sino en la continuidad. Basta contraponer algunos de sus lienzos para descubrir en ellos un espacio que se derrama de una pintura hasta otra.

 

Uno de los rasgos más sobresalientes de su trabajo es la extraordinaria cualidad narrativa de sus cuadros. Cada pintura contiene el germen de una historia, cuyos detalles se van desvelando de un cuadro a otro. Es evidente que cada retrato contiene su historia, pero estamos acostumbrados, como espectadores, a que esta historia esté detenida en una de sus partes para poder ser observada en el cuadro. La virtud de Carmen Trejo es la progresión, un movimiento narrativo que se mantiene y prolonga gracias, en gran medida, a la disposición de los elementos que integran- y en cierta medida comparten- cada pintura.

 

Algunos de los elementos pictóricos más evidentes se sitúan en la verticalidad de cada composición: árboles incendiados en una luz compartida. Casas que se mantienen en la disolución del paisaje que las contiene. Figuras que caminan, observan, se desvanecen. En la composición de estos tres ejes fundamentales, el color actúa como un corazón: se expande y se contrae para lograr así un impulso mayor.

 

A la extraordinaria movilidad del color y de la forma contribuyen decisivamente la disposición y estructura de los cuadros.

   

En muchos de ellos se advierte una sucesión de planos que no se interrumpen ni se superponen, para lograr penetrarse e integrarse en una complejidad mayor. El conjunto presenta así una transición inmediata, en la que cada parte está dentro de otra y es a la vez todos los lugares.

 

En algunas pinturas, por ejemplo, el trazo que extiende la luz del cielo en un paisaje termina siendo el principio de un árbol y su raíz se extiende, a su vez, en la última línea del cuadro para ser parte del suelo por donde dos figuras caminan, logrando que todos los planos, delimitados por el color en el cuadro, sean al mismo tiempo una única superficie, aquella donde la luz es posible y el cuadro acontece.

 

Por último, y aunque el análisis podría prolongarse hacia el comportamiento del paisaje o en el análisis de los retratos que la autora dedica a distintas figuras, destacamos otro de los rasgos más personales de la artista, presente en algunos de sus cuadros. Es frecuente encontrar en ellos la ausencia de un elemento compositivo o la ruptura de una unidad esperada en una serie de figuras que se asemejan. Cada variación implica un elemento constitutivo no compartido que apela al espectador para que, también en la divergencia, encuentre un relato. Cada parte no retratada pertenece al espectador, que decide resolver su completitud en el significado que le otorga. Es así como la obra de Carmen Trejo logra retratar también a todo aquel que observa desde fuera. La urdimbre de la obra se completa y se cierra así en la mirada que la porta.”

 

 Verónica Palomares

Autora teatral, traductora y Doctora en Filología portuguesa

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